Finalmente llega la tercera y última parte de la serie «La sequía y el desarrollo urbano.» Para recordar la parte I (sobre el suroeste de los Estados Unidos) y la parte II (la llanura norte de China), aquí puede encontrarlas. En este tercer post, miramos la sequía devastadora que se vivió en el Caribe de Colombia del año pasado.
Parte III: El Caribe de Colombia
El año pasado la región caribeña de Colombia, donde viven alrededor de nueve millones de personas, también se enfrentó a una sequía histórica, particularmente en el departamento de La Guajira. La escasez de agua que resultó revela un conflicto entre el consumo de agua para usos industriales y para la subsistencia y entre la minería de carbón y la existencia diaria. Casi la mitad de los residentes de La Guajira son indígenas -la mayoría wayuu- y alrededor del 70% vive en la pobreza (categorías que se solapan de forma significativa). La sequía causó la muerte de hasta 15.000 cabezas de ganado en el departamento el año pasado, una forma principal de subsistencia para los indígenas de la región. Los guajiros sobreviven con un promedio de 0,7 L de agua al día, muy por debajo de los 50 litros diarios que la ONU considera necesario para una vida digna. Para enfrentar este problema el BID y Colciencias financiaron la construcción de un pozo alimentado por energía solar alrededor de la ciudad de Maicao. Estos proyectos son definitivamente necesarios para abordar a la crisis de agua pero se necesita preguntar por qué hay tan poca agua en La Guajira ahora y qué se puede hacer.
Una razón es el medio ambiente allí. El Caribe posee tan solo 8% de los recursos hídricos de Colombia y una gran parte de La Guajira es desértica. Los científicos pronostican una reducción de la precipitación de entre 10 y 30% en 20% del país para 2040, especialmente en la región andina y el Caribe. Otro factor es fenómeno de El Niño, al cual culparon muchos medios de comunicación que cubrieron la sequía el verano pasado. Sin embargo, esta explicación parece incompleta dado que 2014 fue un año relativamente débil para dicho fenómeno. El grupo colombiano de derechos de agua CENSAT considera que echar culpa a El Niño es un ocultamiento de las causas más probables de la sequía y, junto con los grupos indígenas, señaló a El Cerrejón -una de las minas de carbón a cielo abierto más grandes del mundo- como una de las causas principales de la contaminación y desperdicio del agua en la región. El Cerrejón ocupa aproximadamente 69 000 hectáreas de suelo cerca de la frontera con Venezuela y produce alrededor de 33 millones de toneladas de carbón cada año, que constituyen el 51 % del PIB de La Guajira (aunque solo el 1% de los trabajadores son indígenas). A pesar de que muchos vecinos se han declarado frente a la contaminación y desaparición paulatina de los ríos y arroyos desde que llegó la mina hace unos treinta años, desafortunadamente no hay investigación empírica suficiente para establecer una relación causal entre la minería del carbón y la sequía. De todas formas, es insostenible e imprudente seguir con estos megaproyectos extractivos mientras que se desertice la región.
La extracción de combustibles fósiles en Colombia han aumentado de forma exponencial desde 1982, cuando El Cerrejón entró en funcionamiento. El número de títulos de carbón en el país incrementó un 87% entre 2004 y 2007. Según el PNUD, si se continúa esta tendencia se reducirán los recursos hídricos renovables y se aumentará la acidez del agua. La minería tiene varios efectos sobre el suministro de agua. El proceso de extracción en El Cerrejón genera diez toneladas de desechos por cada tonelada de carbón, utiliza alrededor de 17 000 m3 de agua cada día solamente para evitar el levantamiento del polvillo de los caminos y ha contaminado la mayoría del Ranchería, el río principal del departamento. Además, la minería de carbón genera subproductos tóxicos incluyendo sulfuros y metales pesados como mercurio y arsénico que se disuelven y contaminan las aguas subterráneas. Esta contaminación causa problemas para la salud pública, la soberanía alimentaria y la biodiversidad. Además, durante una sequía restringe aún más el suministro de agua. Finalmente, los megaproyectos mineros tienen negativos efectos sociales en la región como el reasentamiento de alrededor de 7 000 wayuus. Los indicadores sociales de La Guajira son unos de los más bajos del país pese a ser el tercer receptor de regalías. El acceso al alcantarillado y al agua potable está por debajo de un 4% y la tasa de muerte infantil es tres veces superior al promedio nacional.
No se incluyen estas externalidades en el precio del combustible, produciendo lo que Mauricio Cabrera Leal y Julio Fierro Morales llamaron un “intercambio ecológicamente desigual” y una “deuda ambiental” entre Colombia y los países importadores. Colombia de hecho es el cuarto mayor exportador mundial de carbón y El Cerrejón es una de sus minas más grandes, que representó el 42,6% de la exportación nacional en 2011. La mina es una empresa conjunta de las empresas mineras Anglo American (británica), Glencore (Suiza-británica) y BHP Billiton (australiana-británica), tres de las más grandes del mundo. Todo el carbón de El Cerrejón es para la exportación y en 2010, alrededor del 46% se envió a Europa. Casi todos los países de la UE-28 son importadores netos de carbón y de hecho Colombia es, en el 24%, el segundo mayor proveedor del bloque después de Rusia. Gran parte de esto va hacia la producción de electricidad, dado que alrededor del 30% de la electricidad en Europa es alimentada por carbón. Mientras que la comunidad internacional intentaba establecer objetivos climáticos y reducir emisiones, de manera inquietante las potencias económicas de Alemania y el Reino Unido aumentaron la quema de carbón en un 13 y 22% en los últimos cuatro años. La importación permite que los países desarrollados de Europa sigan quemando el carbón sin tener que enfrentar las consecuencias ambientales y de salud derivadas de su extracción.
Conclusión de la serie sobre la sequía
Las sequías en el suroeste de los Estados Unidos, las llanuras del Norte de China y la región caribeña de Colombia no son ni fenómenos cíclicos normales ni resultados simples del cambio climático. Como el cambio climático, son consecuencias de la forma en que se construye y se sostiene la vida urbana. Una creciente población urbana pondrá aún más presión sobre los modelos residenciales, agrícolas, industriales y energéticos existentes y, en consecuencia el suministro de agua. Las grietas ya están apareciendo y las soluciones presentadas aquí—proyectos de riego masivo y desviación, extracción de aguas subterráneas, y la expansión del mercado de combustibles fósiles—solamente retrasarán y exacerbarán la crisis del agua.
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